Noemí, no Mara
En estos días Dios ha tratado conmigo haciéndome ver la vida de Noemí y me dio juntamente con eso una promesa. Resulta que ésta mujer volvió a su tierra de la cual se había ido por necesidad y su retorno fue por la misma razón. Sus vecinos se alegraban por su retorno, pero ella pedía que no celebraran ni le llamaran más Noemí; que traducido es "dulzura", llámenme Mara (amargura), replicaba ella. Sus intenciones eran las de retornar sola y abandonarse a la muerte. Ahora, quien la estaba dirigiendo en silencio, tenía planes más altos, pensamientos de paz para ella. Rut, su nuera, también viuda y extranjera le promete fidelidad incondicional “a dondequiera que vayas iré yo, tu pueblo será mi pueblo, tu Dios será mi Dios". Ésta joven, servidora de Dios le dio un nieto que fue de consuelo a Noemí y alegró sus días, habitando en su antiguo hogar, recuperando sus tierras y prosperando, ese nieto se llamó Obed y fue el abuelo nada menos que del rey David, de cuyo linaje nacería luego Jesucristo, el Mesías. “Las mujeres le decían a Noemí: «¡Alabado sea el Señor , que no te ha dejado hoy sin un redentor! ¡Que llegue a tener renombre en Israel! Este niño renovará tu vida y te sustentará en la vejez, porque lo ha dado a luz tu nuera, que te ama y es para ti mejor que siete hijos.» Noemí tomó al niño, lo puso en su regazo y se encargó de criarlo. Las vecinas decían: «¡Noemí ha tenido un hijo!» Y lo llamaron Obed. Éste fue el padre de Isaí, padre de David (Rut 4:14-17)” No sé cómo Él hace, pero lo hace, tiene esa costumbre de transformar nuestra tristeza en alegría, nuestro llanto en risa, el lamento en baile, tiene esa costumbre obstinada de amarnos y transformar nuestra peor derrota en una contundente victoria. Debo ser sincero, si me preguntan cómo lo hace o porqué, no se responder, no tengo explicación, sólo sé que cuando mi espíritu se ha abandonado al desfallecimiento, Él ha soplado sobre mí aliento de vida y ha desafiado a la muerte mostrando que ha vencido sobre ella. Dios trabaja en silencio, admira su obra en nosotros, pero no siempre el artista explica la obra que está haciendo, sino que una vez terminada, la muestra con orgullo para que todos la aprecien. Así me siento en las manos de Dios, una obra incompleta, un trozo de barro que todavía no tiene forma a la vista de los demás, pero en sus pensamientos, en su inspiración, Él ya está soñando con lo que he de ser, ya lo visualiza, y aunque que tenga que raspar, ponerme en el horno ardiendo para cocer, o drásticamente romperme para volver a empezar, nunca deja de tener el control sobre mí. No importa si estás retornando con la cabeza gacha, no importa si sentís que no hay vuelta atrás y que lo único que podés esperar es la muerte, mientras estés en la mano de Dios no hay derrota, ¡sino planes mejores! La biblia dice: “Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes —afirma el Señor —, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza” (Jeremías 29:11)
Sólo puedo terminar diciendo: Gracias Dios por tu don inefable!!!Pr. Oscar Díaz
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