TIEMPO

- ¿Quién eres? ¿Estás triste, feliz?; le pregunté con cierto
temor a su respuesta.
- Para algunos soy amigo, para otros su peor enemigo;
replicó con una voz tenue, casi tan inexpresiva y monótona como su rostro. Recibo
odio y amor con la misma intensidad.
Habito desde la eternidad. Me conoces desde el vientre de tu
madre, pero no siempre fuiste consciente de mí. Disfruté cuando te olvidabas de
mi existencia, cuando perdías la noción de mi presencia, cuando tu motivación
para acelerarme era que se repitieran aquellos ratos de juego. Deseabas que me
apresurara, para que llegara tu hermana de la escuela, y en el bolsillo
delantero de su delantal rosado a cuadritos, sustrajera esa bolsita con
miguitas de ojitos, o la merienda de turno que con amor ha guardado para
compartirlo contigo. Me pediste que me apresurara cuando estableciste con ella
aquél pacto de lograr buenas notas para llegar a alzar los pabellones de tu
patria, con orgullo de que fuera ella quien te lo entregara. Y llegué, y pasé,
y seguí. ¿Recuerdas? Sentías que me detenía cuando el temor se apoderaba de ti,
cuando la situación se tornaba turbulenta.
Y deseaste ser joven, pues así son los niños, así el ser
humano, difícilmente me ame, y me disfrute tal cual soy. Por lo general me
valoran cuando me han perdido, y queriéndome aprovechar me derrochan, porque me
emplean en cosas que no aprovechan y que creen que deben ser prioridad. El que
ambiciona riquezas me emplea en trabajo, trabajo y más trabajo, y me acusa a mí
de no ser suficiente. Esa es mi faceta triste, por eso no ves expresión en mi
rostro, porque no todos han sabido disfrutar mis bondades. Me aman quienes son
entendidos, me odian quienes me han perdido.
Dejo huellas en los rostros, y hay quienes reniegan, porque
no se han dado cuenta cuando éstas llegaron. Dejo blancos los cabellos, aunque
por la vanidad de ésta época intentan tapar esas muestras de sabiduría o experiencia,
marcas de lo aprendido a medida que yo he transcurrido. Es que estaban
distraídos; y ahora, quieren hacerme volver atrás. Me invocan en los
cementerios, cargados de culpa: - ¡Qué no diera yo para que vuelvas atrás! me gritan
desesperados. Pero no recuerdan que aquella madre, aquél padre, aquél amigo,
que hoy yace porque me he agotado para él; porque el Creador le ha dado una
cuota diferente que al resto, porque mi dosis no es para todos igual en ésta
tierra, esa persona estuvo presente, mientras ellos guardaban rencor, mientras
alargaban las distancias, mientras levantaban muros de indiferencia, mientras
me perdían en nimiedades, cobijando en su seno la ira por diferencias que no
eran tan importantes. Para ellos sí pasé volando, por eso me culpan, por esos
abrazos reservados, por las palabras que han callado, por esos sentimientos
reprimidos, por ese orgullo consumado.
Al fin y al cabo, soy casi siempre ignorado, en los momentos
tristes dicen que soy pesado. No han sacado provecho de mi existencia, no me
han disfrutado, y eso me duele. Sueñan con lo que puedo llegar a ser, añoran lo
que fui. No siembran en mí, ya no me saben esperar, me he vuelto su enemigo. Todos
los inventos de la era moderna se basan en supuestamente ganarme, aprovecharme,
redimirme, han inventado el microondas para que la comida sea más rápida, pero
pasan horas con su mirada en el celular, mientras sus hijos crecen, ellos
envejecen, y otros perecen.
Soy el tiempo, villano y amigo, buscado y perdido, presente
y futuro. Persona sigilosa, presente y muchas veces ignorada, pocas veces
valorada, presencia casi nunca aprovechada. Soy el tiempo, y mi madre la
eternidad habita junto al Creador, feliz e inmortal, junto a aquellos que
supieron decidir, “a tiempo” dónde la querían disfrutar.
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