TIEMPO


 

En el silencio de la templada noche primaveral; entre la ansiedad y el insomnio, apareció, colorido y grisáceo, con su inexpresivo semblante, desesperante, no había micro-expresión que denunciara lo que había en su corazón.
- ¿Quién eres? ¿Estás triste, feliz?; le pregunté con cierto temor a su respuesta.
- Para algunos soy amigo, para otros su peor enemigo; replicó con una voz tenue, casi tan inexpresiva y monótona como su rostro. Recibo odio y amor con la misma intensidad.
Habito desde la eternidad. Me conoces desde el vientre de tu madre, pero no siempre fuiste consciente de mí. Disfruté cuando te olvidabas de mi existencia, cuando perdías la noción de mi presencia, cuando tu motivación para acelerarme era que se repitieran aquellos ratos de juego. Deseabas que me apresurara, para que llegara tu hermana de la escuela, y en el bolsillo delantero de su delantal rosado a cuadritos, sustrajera esa bolsita con miguitas de ojitos, o la merienda de turno que con amor ha guardado para compartirlo contigo. Me pediste que me apresurara cuando estableciste con ella aquél pacto de lograr buenas notas para llegar a alzar los pabellones de tu patria, con orgullo de que fuera ella quien te lo entregara. Y llegué, y pasé, y seguí. ¿Recuerdas? Sentías que me detenía cuando el temor se apoderaba de ti, cuando la situación se tornaba turbulenta.
Y deseaste ser joven, pues así son los niños, así el ser humano, difícilmente me ame, y me disfrute tal cual soy. Por lo general me valoran cuando me han perdido, y queriéndome aprovechar me derrochan, porque me emplean en cosas que no aprovechan y que creen que deben ser prioridad. El que ambiciona riquezas me emplea en trabajo, trabajo y más trabajo, y me acusa a mí de no ser suficiente. Esa es mi faceta triste, por eso no ves expresión en mi rostro, porque no todos han sabido disfrutar mis bondades. Me aman quienes son entendidos, me odian quienes me han perdido.
Dejo huellas en los rostros, y hay quienes reniegan, porque no se han dado cuenta cuando éstas llegaron. Dejo blancos los cabellos, aunque por la vanidad de ésta época intentan tapar esas muestras de sabiduría o experiencia, marcas de lo aprendido a medida que yo he transcurrido. Es que estaban distraídos; y ahora, quieren hacerme volver atrás. Me invocan en los cementerios, cargados de culpa: - ¡Qué no diera yo para que vuelvas atrás! me gritan desesperados. Pero no recuerdan que aquella madre, aquél padre, aquél amigo, que hoy yace porque me he agotado para él; porque el Creador le ha dado una cuota diferente que al resto, porque mi dosis no es para todos igual en ésta tierra, esa persona estuvo presente, mientras ellos guardaban rencor, mientras alargaban las distancias, mientras levantaban muros de indiferencia, mientras me perdían en nimiedades, cobijando en su seno la ira por diferencias que no eran tan importantes. Para ellos sí pasé volando, por eso me culpan, por esos abrazos reservados, por las palabras que han callado, por esos sentimientos reprimidos, por ese orgullo consumado.
Al fin y al cabo, soy casi siempre ignorado, en los momentos tristes dicen que soy pesado. No han sacado provecho de mi existencia, no me han disfrutado, y eso me duele. Sueñan con lo que puedo llegar a ser, añoran lo que fui. No siembran en mí, ya no me saben esperar, me he vuelto su enemigo. Todos los inventos de la era moderna se basan en supuestamente ganarme, aprovecharme, redimirme, han inventado el microondas para que la comida sea más rápida, pero pasan horas con su mirada en el celular, mientras sus hijos crecen, ellos envejecen, y otros perecen.
Soy el tiempo, villano y amigo, buscado y perdido, presente y futuro. Persona sigilosa, presente y muchas veces ignorada, pocas veces valorada, presencia casi nunca aprovechada. Soy el tiempo, y mi madre la eternidad habita junto al Creador, feliz e inmortal, junto a aquellos que supieron decidir, “a tiempo” dónde la querían disfrutar.

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