Un botón rojo en mi escritorio (By Oskar Darío)
Un botón rojo en mi escritorio (By Oskar Darío)
Tengo un botón rojo en el escritorio y no voy a dudar en usarlo si es necesario.
Es una frase que ha sonado mucho éstos días, un juego infantil entre 2 presidentes de países poderosos como Estados Unidos y Corea del Norte, haciendo alusión al poder nuclear para barrer de la faz de la tierra a todo un país.
Pero no vino a mi esa frase mientras miraba el informativo sino cuando estaba leyendo un libro.
Debo aclarar que esta entrada tiene ciertos conceptos que pueden no ser comprendidos por algunas personas, o bien tergiversados por la misma incomprensión de lo que escribo, ya que no se puede entender lo sobrenatural con una visión natural de las cosas.
Estoy convencido que éste año es de evangelización masiva. Para empezar es lo que nos dijo Dios a nivel de iglesia, pero también en una "carga Rhema", específica, puntual y personal y no como simplemente una sujeción a la visión del cuerpo.
El último día del año me postré en mi oficina mientras escuchaba una canción; "Eterna Relación", y lloraba mientras le pedía a Jesús que quitara la estupidez de la vergüenza de hablar de él por el qué dirán, o el miedo al rechazo, y que, con denuedo me permita mostrar su amor, siendo consciente de que me falta el ingrediente principal, la pasión por las almas.
Pero hay un punto de partida para alcanzar ésta meta ambiciosa, genuina y sincera para ganar esas almas, comienza en el amor, y continúa por el botón rojo del escritorio.
Siempre tengo presente el juego de mesa llamado "WAR 2". Podíamos pasar toda la noche jugando con mis amigos, con Ana ya de casados, con ese grupo de jóvenes que no teníamos horarios.
Era un juego de pura estrategia, y algún "calentón" terminaba enojándose con alguno de los jugadores, yo era uno de esos a los que no les gusta perder. El principio del juego era tomar la carta con el objetivo, que podía ir, desde eliminar las fichas de un color en su totalidad, a conquistar continentes. Bien; para no ser demasiado extenso, parte de las fichas que uno recibía eran avioncitos, cuya función era la de debilitar el territorio enemigo antes de atacar por tierra. De esa misma forma, (y no es una revelación que haya recibido directamente de parte de Dios, sino una enseñanza recibida hace años), funciona en la vida cristiana. El libro que estoy leyendo habla de guerra espiritual, pero no desde el fanatismo de ver demonios por todos lados, sino de entender que nos metimos en una batalla por más que no la asumamos, pero maravillados más por Dios, que atemorizados por lo que los religiosos nos han querido inculcar de que no es para cualquiera la guerra espiritual.
Entonces, quiero hablar con alguien acerca del perdón de Dios, del amor inmarcesible de Cristo, capaz de perdonarnos de nuestros más oscuros secretos y pecados, pero lo hago a través de meras estrategias humanas, de marketing, toques, actividades, eventos y movidas de moda, y veo, que pasan los años y no hay fruto, más que el momentáneo de quedarnos felices de que se entregaron tantas almas a Dios; aunque no hayan permanecido y lo mío, no es otra cosa que algo administrativo, no me interesa impartirles una verdad profunda que genere raíces profundas.
Entonces me siento desafiado a apretar el botón rojo de mi escritorio, ese que se activa en el mundo espiritual, a través de la oración, y que hace efectiva cualquier estrategia, cualquier movida evangelística, por sencilla que parezca, ¿por qué? porque los ataques aéreos debilitaron de tal forma al enemigo que cuando cruce con la tropa de a pie será solo para tomar el botín y no para pelear cuerpo a cuerpo. Tenemos un botón rojo que nos resistimos a apretar, porque ignoramos el código de activación, y mientras tanto, seguimos perdiendo soldados en una batalla que no tendrían siquiera que ir a pelear porque los misiles aéreos adelantaron trabajo. Y venimos a ser como aquel David que envió a Urías al frente de la batalla para que éste fuera asesinado, haciendose así, cómplice de su muerte. Tal vez nosotros no lo hacemos conscientes, pero hemos ido a pelear una batalla sin activar el botón rojo de nuestro escritorio. Me siento desafiado a orar, me siento desafiado a interceder, me siento desafiado a pedir pasión para poner en acción esas cosas. Así haga Dios y aún me añada, que éste año mi alma se derrita de amor a sus pies.
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