Cuando allá se pase lista. ( Por Oskar Darío)
Cuando allá se pase
lista. ( Por Oskar Darío)
Consciente o inconscientemente fui recibiendo una percepción
distorsionada del cristianismo, o al menos, se fue corrompiendo esa inocencia
de niño espiritual recién nacido. Conocí a Jesucristo hace 15 años atrás, con
17 años y medio, cuando transcurrían 26 días del mes de setiembre del año 1999.
Me enamoré perdidamente de Él, de la Biblia, de sus promesas para mi vida. Ese
domingo fui a la iglesia, lleno de prejuicios, temores, temblores, pero cuando
terminó aquel culto, seguí sintiendo la misma paz que había recibido en mi
habitación en la madrugada, cuando le abrí mi corazón al Señor. Humanamente me
daba “cosa” estar ahí, tal vez no encajaría. Pero al finalizar la predicación;
cuando ya me iba a escabullir, me cortó el paso un joven llamado Alberto, me extendió
su mano y me dio la bienvenida, me hizo sentir el calor del amor, luego vino Lorena,
Yessica, Mercedes, Alba, mi amiga Nataly
que me había hablado de Jesús y ya se me estaba tornando pesada, jóvenes del
barrio que conocía y no sabía que iban a la iglesia, y así, desfilaron dándose
besos y abrazos con amplias sonrisas. Ese domingo me fui con la imagen de un
lugar lleno de amor, mi poca cultura de culto me decía que la iglesia era un
lugar para entrar en silencio, con rostro petrificado, ceño fruncido, y de
puntas de pie. Esta gente me había demostrado todo lo contrario, un lugar de
alegría, sinceridad, amor.
Por supuesto que con el correr del tiempo me fui encontrando
que era un lugar donde convivía gente tan humana y con errores como yo, pero
eso no me impidió que siguiera amando a Dios. Viví momentos complicados, pero
detrás de cada uno de ellos fui viendo una lección. Conocí el juicio, la
condenación, la hipocresía, y aunque no veía al Señor detrás de esas actitudes,
sí veía su amor y sabiduría enseñándome a que pusiera la mirada solo en Él,
quien ha sido el autor y consumador de la fe que hoy estaba viviendo.
Pero creo que todo ser humano ha pasado por lo que hoy
reflexiono, que, en algún momento, nos volvemos hacedores de aquellas cosas que
criticamos de otros. Nos envuelve un sistema religioso, de malas costumbres,
que sabiendo que son malas, no las resistimos porque es un denominador común en
el ambiente en el que estamos; sé que murmurar es malo, pero todos lo hacen, y
si no lo hago quedo como sapo de otro pozo, y seguramente, hasta sólo. Y así,
vamos alargando nuestras túnicas, nuestros vestidos, nuestras filacterias en
los hombros, dejamos crecer nuestro cabello, pero también se alarga nuestra
lengua. Antes nos sentíamos juzgados, ahora somos jueces, porque llegamos a la “estatura
espiritual” que supuestamente nos daba esa licencia, nos sentimos
todopoderosos, intocables. Como tengo un cargo puedo condenar, puedo juzgar,
porque soy espiritual.
Para que usted me entienda, es una autocrítica, yo he estado
en ese sistema. Llegué a pensar, tal vez inconscientemente, o porque tal vez
así me lo fueron impartiendo, que el “porte” era importante. Ese porte se fue
transformando en falsas apariencias, y me encontré con que lamentablemente
debajo de las alfombras todavía quedaba mucha tierra. La excusa que metíamos
cuando alguien nos marcaba lo malo: “usted mire al Señor hermano, no a mí”; y
si bien, es lo que enseña la Biblia, sonaba más a un “no te metas en mi vida
porque yo soy espiritual, tengo un cargo, y más años que vos en el evangelio”.
Pero me encontré con la parte linda también, y es a la que
me quiero referir en este ensayo. Me encontré que el estándar de cristiano
consagrado no era el que yo creía. La espiritualidad para mí era el que cada
dos palabras te decía un “gloria a Dios” o un “aleluya”, el que vivía metido en
la iglesia todo el día, orando en el altar, con grandes clamores y gritos
desgarradores, el que daba grandes ofrendas para que la obra avance; no estoy
criticando estos ítems anteriores, dijo Jesús, no dejen de hacer eso, pero
agreguen un poquito más de misericordia (parafraseo de Oscar).
Cuando allá se pase lista.
Hoy estuve cantando un himno tan antiguo como ese. Se rieron
porque era la canción que mi suegro había estado cantando, pero yo no sabía
porque no había estado en todo el día en la casa. Mi inconsciente lo sabía, y
me recordó que mi suegro mismo me la había contagiado días anteriores mientras
meditaba en lo que estoy ahora escribiendo. Miguel es un tipo rústico, de esos
que no te dicen Gre-gre para decirte Gregorio. Lo conocí cuando él estaba
apartado de Cristo, hacía años no iba a la iglesia, pero de a poco se estaba
acercando porque su familia había comenzado a asistir a la iglesia del barrio,
y yo me había empezado a acercar a él porque tenía algo que a mí me interesaba
jeje. En 15 años lo oí predicar tal vez dos veces, no es una persona que ves en
el altar ministrando, no es el estándar de líder que nos han enseñado, pero una
tarde, mientras él silbaba ese himno, fue usado por Dios para ministrarme, pues
en ese momento estaba más seguro de que cuando se pase lista en el cielo, va a
ser uno de los primeros de la fila, y tal vez yo, con más de 8 años de pastor,
tenga que esperar en la fila, mientras veo como entran esas personas que según
la percepción hipócrita y religiosa, no son finos, no son predicadores, ni
siquiera visten trajes modernos, o sea, no tienen porte. Ese silbido penetró
por más de una semana mis oídos, me partió el alma, me caló los huesos, “cuando
allá se pase lista”. He tenido encontronazos grandes con él, pero a los dos
minutos viene hablándote como si no hubiera pasado nada; yo no tengo esa
sencillez, y no la he visto en la mayoría de los que me rodean. Está viviendo
una situación laboral complicada, pero no dudó en cobijarnos en su casa cuando
no teníamos un lugar donde vivir y saturar la libreta del almacén para que
podamos comer. Él silbaba, mientras yo pintaba la escalera que él mismo había
construido para que no gastáramos lo que no teníamos y podamos ir a habitar una
pieza que nos ofreció mi hermano mayor (que no va a la iglesia pero no dudó en
darme de lo suyo también porque supo de nuestra necesidad) en una planta alta,
con la condicionante de construir una escalera. En los peores momentos, Miguel,
que según mis paradigmas era carnal, se ha puesto en los primeros puestos de la
lista del cielo, porque me demostró que ser cristiano es mucho más que vestir
bien, decir gloria a Dios o tener porte, él tuvo misericordia, no se preguntó
si estábamos viviendo esa situación por algo que hayamos hecho, no cuestionó,
solo actuó, y juntamente con mi suegra nos han dado un lugar provisorio para
habitar. Mientras algunos amigos, hermanos en la fe, consiervos no me han
preguntado siquiera como estoy.
El año 2014 ha sido un año muy difícil para mí y mi familia.
En medio de todas las situaciones que vivimos tomamos la decisión de no seguir
como pastores en Pando y esperar a que Dios, en su misericordia nos vaya
guiando lo que podemos hacer para él. Muchos han juzgado, otros han mostrado
lástima, otros me han retirado el cariño porque no me fui a su iglesia a congregarme,
otros, me deben estar viendo en el infierno. Pero lo cierto es que no los
culpo, porque yo pensaba de esa manera. No abandoné a Dios, no abandoné la fe,
no abandoné ni siquiera el ministerio, es más, me siento en paz, y valiente
porque no esperé a tomar la decisión cuando ya todo está perdido, sino con la
esperanza de avivar lo que está por morir, pero que aún vive, la primera
institución puesta por Dios, mi familia. He visto gente terca, insensata, yo
también lo he sido. Pero creo que se puede aprender de los errores propios y
ajenos. He visto personas que han puesto la imagen por delante de todo, y
cuando sus matrimonios, su familia, su economía, su santidad, todo estaba
acabado confesaron que no podían seguir, para entonces, era demasiado tarde, todo
por guardar “el porte”. Cuando hablé de la situación difícil que estaba
viviendo, de deudas, sin lugar donde vivir, sin medios para continuar me
preguntaron: ¿y como está tu situación familiar?; porque lo primero que se
piensa es en “divorcio en puerta”, infidelidad, adulterio, etc, como si ese
fuera EL PECADO GRANDE, y los otros, como la murmuración, la hipocresía, no
fueran igual de importantes. Mi respuesta ha sido, justamente, es mi familia en
la que me he refugiado después de Dios, y quienes han sufrido conmigo toda esta
situación, y a quienes antepongo en la lista de prioridades por cuidar. Hoy he
estado pensando, que cuando se pase lista en el cielo pueda decirle al Señor
que he dado testimonio de Él a quienes me rodean, que no he guardado apariencias,
que las personas que no tenían esperanza en la familia, la obtuvieron al ver la
mía, y creyeron que es posible, que cuando creyeron que los cristianos eran hipócritas
vieron en mí sinceridad, que mi compromiso es con la verdad, aunque ella me
comprometa. En cualquier momento volveré a encaminarme en ese propósito de Dios
de estar al frente de una congregación nuevamente, pero seguramente ya no seré
el mismo, porque me quiero desintoxicar de tantos vicios en la manera de pensar
de lo que es el evangelio, porque la Biblia me muestra un Dios compasivo al que
debo imitar. He sido de esos soldados que no han levantado al compañero caído y
he disparado fuego amigo, también he recibido varios disparos de los míos, he
sido abandonado, traicionado, juzgado y condenado. Hoy mi desesperación no está
en tener un cargo, ni la aprobación del hipócrita religioso, estoy desesperado
por ser salvo, por sentir la pasión de servir a Dios en todo tiempo, y poder
estar seguro de que cuando allá se pase lista, a mi nombre yo feliz responderé.
Pastor Oscar Díaz
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